![Barrio del Temple Bar Barrio del Temple Bar](http://lh5.ggpht.com/_Xk3sA4mmjJw/TZRQyky6nRI/AAAAAAAABqQ/_PsBxM11MBw/Barrio%20del%20Temple%20Bar_thumb.jpg?imgmax=800)
Lunes, 28 de marzo de 2011, 18:15. Pub Gogarty’s, Temple Bar, Dublín.
Un personaje calvo y con gafas se pide una Bulmers en la barra, atrapa una banqueta libre y se coloca en una de los barriles que hacen de mesa para prestar toda su atención a una pareja de músicos en edad de jubilación que rasguean sus guitarras con versiones, no picantes sino pornográficas, del Wild Rover y otras 'drinking songs'. Pasados unos minutos, una rubia cuarentona, como diez años mayor que el calvo, apretada en carnes y vestimenta cuatro tallas más pequeña, se agencia otra banqueta y se le coloca al lado mientras sujeta con un equilibrio inverosímil una copa de vino que milagrosamente no acaba en el suelo.
El calvo la examina estupefacto y ella le devuelve la mirada con unos ojos más tintos que el mismo mosto. Desde el inicio, la rubia empieza a aplaudir y a canturrear en voz alta los temas del dúo irlandés hasta el punto de que sus frases resuenan más que las de ellos. Y, conforme éstos desgranan todo su repertorio, la rubia, da buena cuenta de las copas de zumo de uva destilado que los camareros le suministran. El furor de la chica de cabellera dorada crece en proporción inversa al nivel de líquido de sus consumiciones y en un momento dado, alcanza a convertirse en la sensación del local, ensombreciendo a los mismísimos músicos. A todas estas, el calvo aguanta el chaparrón como puede, pegado a su asiento, tratando de no hacer movimientos bruscos y concentrado en parecer invisible, sin embargo, tras un apoteósico y celebrado final de uno de los temas del 'trío' musical, la tormenta rubia vuelca su mirada sobre la mesa con expresión de grave enojo, gira sus ojos hacia el calvo, vuelve a examinar la mesa, luego al calvo, luego la mesa...y por último, en voz muy alta, le espeta: "¿dónde coño está mi copa?". Éste mantiene la compostura: "está ahí mismo, delante de ti". La rubia localiza la copa, se tranquiliza, la pesca, se echa un trago y vuelve a concentrarse en la música. El calvo suspira aliviado mientras unas gotitas de sudor resbalan por su frente, pero pasados unos breves segundos, la cuarentona se voltea de nuevo y ocurre lo inevitable: "oye,...¿te puedo preguntar de dónde eres?". El calvo hunde sus ojos en la sidra y titubea: "soy...soy es..español". La rubia no se conforma: "¿estás de vacaciones en Dublín?". Recibe una corta respuesta: "Sí, más o menos". Ella vuelve a la carga: "¿cuándo viniste?" El calvo intenta simular que no la ha escuchado pero la rubia insiste:"¿te vas a quedar mucho tiempo?, ¿vives en España?". Los músicos acaban de terminar un tema y el tono alcohólico y estridente resuena en todo el pub, a estas alturas, la mitad de la clientela está pendiente de la conversación. El calvo mira y remira su pinta de Bulmers aún por la mitad y se resigna: "me voy a quedar un par de semanas por aquí y no vivo en España, en realidad, vivo en Irlanda". La rubia vuelve a zumbarse otro trago y con las pupilas perdidas en algún punto indeterminado de la cara del calvo, intenta continuar con el diálogo: "¿en qué parte de Irlanda?". Los músicos reanudan la actuación y el calvo contesta con pereza: "…en West Cork". La rubia se despierta como se le hubiesen dado un pellizco y exclama: "¡Yo también soy de Cork!". El calvo se queda paralizado en su banqueta y mueve la cabeza de un lado a otro despacio en una expresión que se podría traducir como 'me cago en mi puta estampa'. La rubia se desmelena: "¡Síííííí!", se pone de pie como puede y le grita a los músicos: "¡Hey, chicos!, ¡tocad 'The mad woman of Cork'!, ¡Yihaaaaaa!...¡Ooooewwwahhhh!! Se desploma, pero con la buena suerte de que sus posaderas volvieron a dar con el taburete para quedarse otra vez sentada. Los tipos empalidecen del susto y amagan con interrumpir la canción que llevaban entre manos, pero al final continúan. Algunos aplauden y la rubia que se encuentra ya en un estado de euforia incontrolable, crecidísima, hace otro intento para incorporarse de su asiento y lo logra, se bambolea un poco sobre sus piernas y parece que se va a derrumbar de espaldas, pero busca un apoyo rápido con la punta de las uñas de los dedos de una mano y se aferra a la madera evitando la caída. Todos están pendientes de ella: el calvo, los músicos, los camareros, la clientela, pero el sentido del ridículo no se inventó para esta mujer; en dos pasos cortos se acerca a nuestro personaje secundario, el hombre sin pelo y con gafas, lo arrincona entre su propio cuerpo y la mesa, le coloca una garra en el hombro y en la voz más baja de la que es capaz le suelta: "Oye, he bebido demasiado, pero no estoy borracha, ¿vale?...discúlpame, voy un momento al baño, ...en seguida vuelvo, no te vayas, ¿ok?" y le guiña un ojo. El calvo la mira espantado pero disimula con un gesto de alegría forzada, espera a que desaparezca, apura en cuatro buches supersónicos lo que le queda de la sidra y sale disparado hacia la puerta como alma que lleva el diablo mientras le parece escuchar que a sus espaldas el respetable estalla en carcajadas.