Cenicienta en Bantry

Bantry es tal vez el pueblo más importante de la comarca. Situado a unos 30 kms de Leap en la bahía que forman las penínsulas de Beara y Sheep Head (dos de las más importantes que recorren la costa suroeste de Irlanda), es un antiguo pueblo pesquero, ahora más comercial, con algunos hoteles, tiendas y con un bonito casco histórico, ideal para perderse en la mañana de los viernes, cuando hay mercado. También es un sitio idóneo para pasar unos días y visitar los alrededores, salpicados de reservas naturales.
Una de las joyas del lugar es la Bantry House, famosa mansión del siglo XVII, reconvertida en hotel-museo y abierta a los visitantes que la quieran recorrer (previo pago del correspondiente tributo). También se la conoce por albergar conciertos de música de cámara en su exquisita biblioteca, que culminan con el Festival de música clásica del verano.
Ahí me encontraba yo, tan sólo dos días después de aterrizar, rodeado de la ‘alta’ sociedad del pueblo y de algunos ilustres visitantes ingleses, y dispuesto a disfrutar a las actuaciones finales que clausuraban el evento (por vergüenza, no quiero comentar lo que me costó la entrada, aunque como consuelo puedo asegurar que era más barata que la del concierto de U2).
Mientras me preparaba para conocer a toda esta gente, (repaso mental de mis mejores frases en inglés y hasta algún chascarrillo gracioso por si se presentaba la ocasión), encontré un poco de tranquilidad en el jardín, sentado en uno de los bancos que dan hacia la bahía. Me dejé seducir lentamente por esta atmósfera y permití que el sol del atardecer acariciase mi rostro con sus cálidos rayos, mientras me adormecía entre el arrullo de la brisa que jugueteaba con las flores y el gorgojeo risueño de las fuentes. Pues sí, exagero un poco, pero todo era muy rosa y azucarado y yo, aún reacio, pero a punto de que me presentaran ante estos ilustres personajes, que me miraban con curiosidad y que seguro me recibirían con comentarios de estilo victoriano: “¡ah!…usted es el ‘joven’ que acaba de abandonar su queridísima patria en busca de nuevos horizontes” y “¡oh!…alabado sea su arrojo que la ha llevado a realizar tal cruel sacrificio tan solo por labrarse un futuro más próspero”.
Entre estos entresijos mentales absurdos me hallaba perdido cuando decidí echarle valor de una vez y ser sociable con los asistentes; puede que hasta fuese divertido.
Y fue al levantarme del banco y comenzar a bajar la escalinata de piedra que me separaba de la multitud, cuando me noté más ligero, como si flotara…era muy extraño, casi como andar descalzo. La sensación era tan física que me hizo mirar hacia abajo…y OH MY GOD!! ¿dónde coño estaba el tacón del zapato? Me lo había dejado atrás….La verdad es que no sé como pudo pasar. Un zapato ordinario, MASCULINO, con un tacón igual de normalito…y sin embargo, se despegó…se deshizo, se desintegró, mejor dicho. Y lo más embarazoso es que iba dejando un rastro negro allá por donde caminaba. Menos mal que eran los exteriores y no las exclusivas alfombras de la casa.
Con un brazo le hice señas a Keith y el me miró con cara de confusión pues ya se encontraba charlando con un grupo de señoras de cierta edad. Al segundo aspaviento, más enérgico que el anterior, se dio cuenta que requería su presencia,…¡de inmediato!, así que se acercó con gesto de asombro, mientras yo le otorgaba a las damiselas la mejor de mis sonrisas. Y ellas, cómo no, me obsequiaron con la suya…”que tímido es este chico” parecían decir.
Le comenté la jugada y él pareció restarle un importancia…”Casi ni se nota” me dijo…”¿Pero qué dices? ¿te has vuelto loco?...fíjate en el suelo, ¡parece que acabo de salir de una chimenea!”. ¡Ah! Pues es verdad…esto…errr…¿te has fijado en el otro zapato?...
¡Dios! ¡No puede ser!...
No hay palabra en el diccionario que defina el cóctel perfecto entre estupor, vergüenza e ira, pero eso fue lo que sentí y además terminó de hundirme.
Me di la vuelta, busqué una papelera y terminé de arrancar el tacón yo mismo y después atravesé el jardín con el cuello orientado en ángulo recto hacia el suelo y dolorido por las taladradoras miradas sobre mi espalda. No paré hasta llegar al coche.
Me quedé sin presentación, sin concierto y sin zapatos.
No se puede decir que mi primer fin de semana en Irlanda haya empezado con buen pié.



“…Sólo pueden contigo, si te acabas rindiendo,
si disparan por fuera y te matan por dentro.
Llegarás cuando vayas, más allá del intento.
Llegaremos a tiempo, llegaremos a tiempo….”

Llegaremos a tiempo – Rosana