Keith me miró con cara de
Keith se negó en redondo a avanzar y yo le intenté hacer ver que siendo justos la advertencia parecía bastante exagerada y de lo poco de legal que podría haber en ella y de lo bien educado que es Barney cuando va dirigido con una correa y de las pocas probabilidades, llegado el caso, de que se atreviesen a disparar a un perro si va acompañado de personas, etc. etc. Al cabo de unos diez minutos de discusión se convenció y emprendimos la marcha.
Era una carretera de tierra, bastante mojada por la lluvia del día anterior y, en realidad, no parecía haber casas por los alrededores, pero como a otros 200 metros nos encontramos con el mismo cartel y una valla con escalera de escalones altos de hierro, puesta allí obviamente para permitir el paso sólo a senderistas.
Barney odia que lo alcen en brazos, se pone bastante nervioso y, a veces, incontrolable, así que le tocó a Keith (que para algo es el dueño), pasarlo a través de la valla. Una vez al otro lado,y ya con Barney sujeto por la correa, seguimos caminando y entonces fue cuando nos topamos con el primer rebaño ovino.
Va en la genética canina el hecho de que el ver un culo de oveja significa automáticamente, morder a ver a que sabe la lana. Entre eso, y el rebaño, que al percatarse del perro se pusieron a berrear y a desperdigarse despavoridas, la postal de Keith haciendo 'esquí acuático' cogido a Barney, hubiese sido hasta graciosa sino es por el riesgo evidente de que podíamos ser 'tiroteados'.
Comenzamos a ascender por la pista de tierra que se iba estrechando y nos seguimos encontrando con más muretes de piedra, escaleras metálicas y otros dos cárteles idénticos al anterior. Más alzadas y bajadas de Barney en brazos, que se estaba empezando a poner cardiaco. Por suerte las ovejas ya no estaban tan concentradas a esas alturas.
Al cabo de un buen rato ya nos encontrábamos emprendiendo la subida hasta la primera cima. Los pasos sobre la tierra mojada pero almohadillada con musgo eran bastante agradables y las vistas del lago a nuestra espalda eran increíbles. Creó que fue el primer y único momento donde disfruté plenamente de 'The one'.
Lo descrito en la guía coincidía exactamente con lo que íbamos andando y además el camino (hacia Beara) estaba perfectamente señalizado con postes y marcas amarillas como el de Santiago, así que sólo había que subir y subir hasta alcanzar la cumbre y una vez allí, lo demás sería coser y cantar.
Ocurrió otro pequeño incidente ovejuno sin importancia cuando apareció un corderito enano que nos buscó con curiosidad. Hubo que convencer a Barney a base de tirones, que los borreguitos no son juguetes que se pueden agarrar por el cuello con los dientes. El bebé oveja, lejos de amilanarse, nos siguió durante un buen rato, de hecho, fue tal la pejiguera, que me tuve que parar y persuadirlo de que no podía venir con nosotros. Al final decidió quedarse al lado de un risco
El ascenso seguía su curso y definitivamente habíamos pasado de un sendero con firme sólido a encontrarnos con unos montículos de paja seca, que aunque parezcan hechos por la mano del hombre son obra de la naturaleza. Algunos son esponjosos y huecos, otros son duros como piedras y claro, al principio, es divertido, el pie se hunde aquí y allí no y no hay forma de saberlo porque por fuera son todos iguales, y las risas y el regocijo de las sensaciones nuevas, pero al cabo de media hora de caminar estás bastante
El paisaje era espléndido, habíamos bordeado la línea superior del bosque de pinos y lo dejamos atrás, el camino había desaparecido y ya sólo teníamos que andar campo a través siguiendo los postes con marcas amarillas. El terreno de dunas de broza sorpresiva se intercalaba con rocas mojadas y barrizal con charcos prominentes. Las nubes amenazaban con seguir bajando pero daba igual porque ya quedaba poco para alcanzar la cima.

Sin embargo, nuestro optimismo se vería atacado bastantes veces conforme íbamos coronando falsas cumbres y nos encontrábamos con otra delante, así hasta 4 ó 5 veces. El terreno se iba deteriorando a pasos agigantados y el barrizal, imposible de evitar, se convertía a veces en una superficie semi pantanosa donde los pies se enterraban hasta los tobillos y el barro hacía efecto de succión. Aún faltaba más de 3/4 de sendero y yo ya estaba un poco
Por fin llegamos a la cumbre, en realidad meseta y, en cuestión de segundos, como si estuviese esperando por nosotros, la bruma descendió y nos envolvió hasta dejarnos sin visibilidad. El mapa ya no tenía utilidad y la guía aportaba poca información excepto que había que seguir una valla de alambre durante un par de kilómetros hasta llegar a un segundo lago.
Fuimos andando despacio para dar tiempo a que la niebla se dispersara, con la alambrada siempre a nuestra izquierda, y aprovechamos para sacar algo de comida y bebida e ir subiendo el ánimo. Cada cierto tiempo, algún obstáculo transversal, generalmente otra valla nos cerraba el paso y había que salvarla con pericia aunque con prudencia porque las reacciones de Barney pueden ser imprevisibles.
Molidos de dar saltitos y zancadas, de subir y bajar muros y de caminar sobre ventosas de fango, con tres horas de pateo sobre nuestras piernas, llegamos al segundo lago cerca del mediodía. En ese punto las señales amarillas dejarían de acompañarnos pues seguirían la ruta hacia la península de Beara y nos quedaba por delante la mitad de la jornada sin un camino claro que seguir y con una neblina que sin intención de disiparse, se espesaba más y más.
'Esto es
'Él y el perro estaban demasiado cansados para decir ni mú, así que seguí hablando yo: 'lo mejor es que esperemos un rato a ver si se va la bruma, además, visto por el lado positivo, por lo menos no le ha dado por llover'. El dueño del can me miró con cara casi de imploración.
Continué: 'Dichoso sitio este, pues menos mal que es de los mejores caminos de West Cork, que si es de los peores, conmigo no cuentes, ...encima se supone que desde este punto el panorama es espectacular,...bla, bla, bla'
Nos sentamos un rato a esperar. Saqué la botella de agua, me mojé el gaznate y seguí dándole al pico: 'Pues no entiendo lo de los

Una oveja pasó por delante de nosotros y se paró como unos cinco metros más adelante. Barney ni hizo ademán de ir a por ella, se acurrucó en un rinconcito con cara de tristeza infinita.
La niebla se hizo menos densa y aproveché para echarle otro vistazo al mapa.
'Según el libro ahora hay que caminar en dirección noroeste hasta el lago Glas que está como a 1 km. de aquí, la dirección es irrelevante porque no tenemos brújula, aunque con esta neblina tampoco serviría de mucho'.
La oveja se levantó y se alejó.
'Oye, ¿por qué no seguimos a la oveja?, seguro que ella sabe por dónde se va a ese lago' comentó Keith haciéndo la gracieta.
Miré a la oveja y a él con sorna y seguí con mi discurso: 'Aprovechemos ahora que la niebla no es tan densa porque según mis cálculos el lago debería estar detrás de ese cerro de ahí, esa montañita que antes no se veía...'. Me levanté y me enfundé la mochila y le solté: 'lo que tu llamabas 'The one' a mí ya me está pareciendo 'A chaos!'.
Nos encaminamos hacia el montículo y, la oveja, que precisamente se iba por aquella dirección, se paró y nos observó con una faz entre curiosa y malvada, una expresión estúpida pero casi humana.
Un rayo me sacudió por dentro al fijarme en ella y unir las palabras:
¿The one a chaos?
(Continuará)
"...Soy el ojo en el cielo, mirándote.
Soy el que dicta las normas,
al tratar con chiflados.
Puedo burlarte estando ciego,
No necesito ver más y lo sabes.
Puedo leer tu mente...".
Eye in the sky - Alan Parsons Project