29 junio 2010

Gougane Barra - El Infierno (2ª parte)

El sendero circular de Gougane Barra es una encrucijada entre dos rutas de largo recorrido de cierta importancia en la geografía irlandesa: una es la que viene del este y se dirige a la península de Beara y la otra, más conocida, la que va hacia el anillo de Kerry. Nosotros nos íbamos a encontrar con las dos (la de Beara al principio del trayecto y la de Kerry al final del mismo). Por esa razón, por ser recorridos en teoría bastante transitados, fue de extrañar que nos encontráramos con aquel letrero al principio del camino: PROHIBIDO EL PASO TAXATIVAMENTE A ANIMALES DE COMPAÑÏA - EN CONCRETO: PERROS.

Keith me miró con cara de mala hostia circunstancias, mientras yo continuaba leyendo el resto del cártel: 'los perros espantan y atacan al ganado, esto es una propiedad privada, los caminantes son bienvenidos, pero advertimos que no pueden acompañarlos los perros', y seguía: 'No es la primera vez que se dispara a los perros avistados en estas fincas'.

Keith se negó en redondo a avanzar y yo le intenté hacer ver que siendo justos la advertencia parecía bastante exagerada y de lo poco de legal que podría haber en ella y de lo bien educado que es Barney cuando va dirigido con una correa y de las pocas probabilidades, llegado el caso, de que se atreviesen a disparar a un perro si va acompañado de personas, etc. etc. Al cabo de unos diez minutos de discusión se convenció y emprendimos la marcha.

Era una carretera de tierra, bastante mojada por la lluvia del día anterior y, en realidad, no parecía haber casas por los alrededores, pero como a otros 200 metros nos encontramos con el mismo cartel y una valla con escalera de escalones altos de hierro, puesta allí obviamente para permitir el paso sólo a senderistas.
Barney odia que lo alcen en brazos, se pone bastante nervioso y, a veces, incontrolable, así que le tocó a Keith (que para algo es el dueño), pasarlo a través de la valla. Una vez al otro lado,y ya con Barney sujeto por la correa, seguimos caminando y entonces fue cuando nos topamos con el primer rebaño ovino.

Va en la genética canina el hecho de que el ver un culo de oveja significa automáticamente, morder a ver a que sabe la lana. Entre eso, y el rebaño, que al percatarse del perro se pusieron a berrear y a desperdigarse despavoridas, la postal de Keith haciendo 'esquí acuático' cogido a Barney, hubiese sido hasta graciosa sino es por el riesgo evidente de que podíamos ser 'tiroteados'.

Comenzamos a ascender por la pista de tierra que se iba estrechando y nos seguimos encontrando con más muretes de piedra, escaleras metálicas y otros dos cárteles idénticos al anterior. Más alzadas y bajadas de Barney en brazos, que se estaba empezando a poner cardiaco. Por suerte las ovejas ya no estaban tan concentradas a esas alturas.
Al cabo de un buen rato ya nos encontrábamos emprendiendo la subida hasta la primera cima. Los pasos sobre la tierra mojada pero almohadillada con musgo eran bastante agradables y las vistas del lago a nuestra espalda eran increíbles. Creó que fue el primer y único momento donde disfruté plenamente de 'The one'.



Lo descrito en la guía coincidía exactamente con lo que íbamos andando y además el camino (hacia Beara) estaba perfectamente señalizado con postes y marcas amarillas como el de Santiago, así que sólo había que subir y subir hasta alcanzar la cumbre y una vez allí, lo demás sería coser y cantar.

Ocurrió otro pequeño incidente ovejuno sin importancia cuando apareció un corderito enano que nos buscó con curiosidad. Hubo que convencer a Barney a base de tirones, que los borreguitos no son juguetes que se pueden agarrar por el cuello con los dientes. El bebé oveja, lejos de amilanarse, nos siguió durante un buen rato, de hecho, fue tal la pejiguera, que me tuve que parar y persuadirlo de que no podía venir con nosotros. Al final decidió quedarse al lado de un risco con poca escapatoria aunque la madre estaba cerca.



El ascenso seguía su curso y definitivamente habíamos pasado de un sendero con firme sólido a encontrarnos con unos montículos de paja seca, que aunque parezcan hechos por la mano del hombre son obra de la naturaleza. Algunos son esponjosos y huecos, otros son duros como piedras y claro, al principio, es divertido, el pie se hunde aquí y allí no y no hay forma de saberlo porque por fuera son todos iguales, y las risas y el regocijo de las sensaciones nuevas, pero al cabo de media hora de caminar estás bastante hasta los huevos harto de doblarte el tobillo y de no saber dónde coño diantres estás pisando.



El paisaje era espléndido, habíamos bordeado la línea superior del bosque de pinos y lo dejamos atrás, el camino había desaparecido y ya sólo teníamos que andar campo a través siguiendo los postes con marcas amarillas. El terreno de dunas de broza sorpresiva se intercalaba con rocas mojadas y barrizal con charcos prominentes. Las nubes amenazaban con seguir bajando pero daba igual porque ya quedaba poco para alcanzar la cima.



Sin embargo, nuestro optimismo se vería atacado bastantes veces conforme íbamos coronando falsas cumbres y nos encontrábamos con otra delante, así hasta 4 ó 5 veces. El terreno se iba deteriorando a pasos agigantados y el barrizal, imposible de evitar, se convertía a veces en una superficie semi pantanosa donde los pies se enterraban hasta los tobillos y el barro hacía efecto de succión. Aún faltaba más de 3/4 de sendero y yo ya estaba un poco hasta los cojones hastiado.




Por fin llegamos a la cumbre, en realidad meseta y, en cuestión de segundos, como si estuviese esperando por nosotros, la bruma descendió y nos envolvió hasta dejarnos sin visibilidad. El mapa ya no tenía utilidad y la guía aportaba poca información excepto que había que seguir una valla de alambre durante un par de kilómetros hasta llegar a un segundo lago.
Fuimos andando despacio para dar tiempo a que la niebla se dispersara, con la alambrada siempre a nuestra izquierda, y aprovechamos para sacar algo de comida y bebida e ir subiendo el ánimo. Cada cierto tiempo, algún obstáculo transversal, generalmente otra valla nos cerraba el paso y había que salvarla con pericia aunque con prudencia porque las reacciones de Barney pueden ser imprevisibles.

Molidos de dar saltitos y zancadas, de subir y bajar muros y de caminar sobre ventosas de fango, con tres horas de pateo sobre nuestras piernas, llegamos al segundo lago cerca del mediodía. En ese punto las señales amarillas dejarían de acompañarnos pues seguirían la ruta hacia la península de Beara y nos quedaba por delante la mitad de la jornada sin un camino claro que seguir y con una neblina que sin intención de disiparse, se espesaba más y más.

'Esto es una puñetera mierda un serio contratiempo' le dije a Keith, 'aunque por lo menos si queremos darnos la vuelta no nos perderemos, pero si seguimos adelante, sin puntos de orientación y con esta niebla...no sé yo'.

'Él y el perro estaban demasiado cansados para decir ni mú, así que seguí hablando yo: 'lo mejor es que esperemos un rato a ver si se va la bruma, además, visto por el lado positivo, por lo menos no le ha dado por llover'. El dueño del can me miró con cara casi de imploración.

Continué: 'Dichoso sitio este, pues menos mal que es de los mejores caminos de West Cork, que si es de los peores, conmigo no cuentes, ...encima se supone que desde este punto el panorama es espectacular,...bla, bla, bla'
Nos sentamos un rato a esperar. Saqué la botella de agua, me mojé el gaznate y seguí dándole al pico: 'Pues no entiendo lo de los putos letreros, la verdad, ...sí por aquí no hay un alma, dudo mucho que la gente venga a caminar por este sendero; ahora, lo que sí veo claro es porqué los irlandeses se refugiaban aquí para burlar al ejército inglés, joder, si fuese un forajido huyendo de la justicia, ya sé en dónde me ocultaría'.



Una oveja pasó por delante de nosotros y se paró como unos cinco metros más adelante. Barney ni hizo ademán de ir a por ella, se acurrucó en un rinconcito con cara de tristeza infinita.
La niebla se hizo menos densa y aproveché para echarle otro vistazo al mapa.
'Según el libro ahora hay que caminar en dirección noroeste hasta el lago Glas que está como a 1 km. de aquí, la dirección es irrelevante porque no tenemos brújula, aunque con esta neblina tampoco serviría de mucho'.
La oveja se levantó y se alejó.

'Oye, ¿por qué no seguimos a la oveja?, seguro que ella sabe por dónde se va a ese lago' comentó Keith haciéndo la gracieta.



Miré a la oveja y a él con sorna y seguí con mi discurso: 'Aprovechemos ahora que la niebla no es tan densa porque según mis cálculos el lago debería estar detrás de ese cerro de ahí, esa montañita que antes no se veía...'. Me levanté y me enfundé la mochila y le solté: 'lo que tu llamabas 'The one' a mí ya me está pareciendo 'A chaos!'.

Nos encaminamos hacia el montículo y, la oveja, que precisamente se iba por aquella dirección, se paró y nos observó con una faz entre curiosa y malvada, una expresión estúpida pero casi humana.
Un rayo me sacudió por dentro al fijarme en ella y unir las palabras:

¿The one a chaos?

(Continuará)

"...Soy el ojo en el cielo, mirándote.
Soy el que dicta las normas,
al tratar con chiflados.
Puedo burlarte estando ciego,
No necesito ver más y lo sabes.
Puedo leer tu mente...".

Eye in the sky - Alan Parsons Project

26 junio 2010

Gougane Barra - El Infierno

Esto ocurrió el pasado abril, pero hasta ahora no había tenido ni tiempo, ni paciencia, ni ganas de plasmarlo en el blog. Una historia de esas que me persiguen una y otra vez como el 'día de la marmota', un déjà vu de senderismo, una de esas experiencias que tienen más de dolorosas que de aventura y a las que al final terminas por cogerle el gusto como lo haría cualquier masoquista de medio pelo.
Bueno, me dejo de rodeos, vamos al meollo.
Hace meses había leído en el libro 'Walking in Ireland' de la Lonely Planet que en Gougane Barra 'el retiro' , de la entrada anterior, hay una ruta circular que lo rodea en toda su extensión, bordeando el circo de cumbres (colinas) que lo forman. Un camino bastante apetecible, de esos que duran una jornada entera (5-6 horas según la guía). En el minimapa que viene adjunto, pude comprobar siguiendo las curvas de nivel que el perfil era no demasiado exigente: una fuerte subida al principio, luego más o menos llano y un descenso vertiginoso al final.
'Uno de los senderos más gratificantes del Suroeste de Irlanda, fabulosas vistas al lago de Gougane Barra y a la bahía de Bantry, etc., se goza de una impresionante sensación de espacio abierto al cruzar la meseta'. Así es como viene en el libro y así es como se lo comenté a Keith, más como mera anécdota que como invitación a que se viniese. El caso es que, la excursión a la Isla Garnish y alguna que otra pateada corta en las que estrenó sus flamantes botas nuevas terminaron en que se uniese a la causa, aunque yo albergaba más de un recelo.
Un par de días antes de la fecha fijada (sábado), me comunicó que el perro se venía con nosotros y además que el parte meteorológico pronosticaba un tiempo fantástico. 'Ufff...' me dije para mis adentros, 'esto me da repelús'.
El viernes anterior cayó un aguacero durante todo el día de los de no te menees. Yo me iba haciendo a la idea de que lo mejor sería aplazar la caminata para el fin de semana siguiente y, aunque preparé todos los bártulos antes de acostarme, me fui a la cama con esa idea.
El sábado bien temprano me asomé a la ventana y me encontré con un panorama despejado, con lo que el plan seguía en marcha. Además Keith estaba decidido a que el pateo no se le fastidiase; llevaba días fantaseando en voz alta del sendero con una euforia desmedida, por él y por el chucho, no dejaba de repetir lo bien que le iba a venir a Barney el aire de las montañas y el ejercicio (por si hay alguien que no aún no lo sabe, el perro toma medicación diaria por culpa de una bradicardia congénita, además de que la edad ya le está pasando factura).
El caso es que desde las 7 de la mañana ya estaba Keith embutido en sus ropas de boy scout y Barney pegado a los talones, moviendo el rabo y con la expresión de 'aquí se está cociendo algo y yo no me lo quiero perder'.
Preparados para hacer 'EL CAMINO', o como él lo llamaba 'The one', dejamos 'cordón de zapato' sobre las 8 y nos pusimos en marcha hacia Gougane Barra.
En el coche, yo repasaba la guía y no dejaba de sentirme incómodo al estudiar el pequeño mapa (escala 1:60000), bastante simple y poco detallado. Por suerte, la descripción del camino que lo acompaña, era fiable, o eso me lo parecía y pensé que no habría problemas de orientación, siempre y cuando, el tiempo continuase soleado. Si descargase la lluvia, aunque molesta, no sería un problema si las nubes se mantienen altas, sin embargo, conforme nos acercábamos al lugar, el cielo se iba cerrando más y más, de forma que al llegar al aparcamiento, justo al lado del lago, nos encontramos con el circo de montañas totalmente encapotado y las nubes rozando peligrosamente la cresta de las colinas más elevadas, a unos 500 metros de altura.
'Esto me da mala espina, esperemos que el día se despeje y pronto'.
Aparcamos el coche, nos equipamos y, sin entretenernos, buscamos el principio de la ruta y encontramos la marca bien señalizada. Ya no había marcha atrás, dimos por comenzada la aventura, ...el inicio de 'The one'.



Y a los escasos 50 metros, sin tiempo aún para empezar a disfrutar del camino, primer obstáculo grave, nos encontramos con un...

(Continuará)

"...Bien, una vez tuvimos un camino fácil y siempre lo sentimos así,
el tiempo estaba de nuestra parte y lo tenía todo por lograr.
Deja que sea como ayer,
por favor, deja que mis días sean felices.
¿No vas a decirme donde se fueron todos los buenos momentos?
¿Dónde se fueron todos los buenos momentos?...".

Where have all the good times gone - The Kinks

20 junio 2010

Gougane Barra - El Retiro



Cerca del límite entre el condado de Cork y el de Kerry, en la aislada sierra de las Shehy (Cnoic na Síofra ' escondrijo del animal'), nace el río Lee, que termina cruzando todo el territorio de Oeste a Este hasta desembocar en la ensenada de Cobh. De este grupo de montañas no muy altas, a las que sólo se llega tras un largo recorrido en coche, destaca el paraje conocido como Gougane Barra, un circo pétreo, antiguo glaciar de la Edad de Hielo, del que quedan un lago relativamente superficial, pero de gran atractivo y que lo convierten en un lugar por el que los lugareños sienten una adoración desmedida.



Una amplia superficie de este espacio, enmarcado bajo la protección de Parque Natural, se corresponde con un bosque, principalmente de coníferas, que crece en la orilla más interna de la laguna. Una red de senderos no muy largo lo recorre y permite adentrarse en este pequeño mundo de cascadas, árboles y musgo verde. También, como no, hay acondicionadas diversas zonas recreativas para el disfrute de las familias, que se acercan en buen número los fines de semana desde que asoma un poco el sol.





Históricamente, Gougane Barra también ha sido un emplazamiento de importancia. Por una parte, San Finbarr, en el siglo VI, estableció un monasterio en la pequeña isla del lago y desde ese momento se convirtió en un punto de encuentro para los devotos católicos que incluso se reunían allí en la época en que la religión católica fue prohibida por los británicos. Aún se conservan algunas ruinas en buen estado de otros monasterios posteriores y destaca la pequeña capilla en honor al santo que aún atrae a miles de peregrinos el último domingo de Septiembre. Por otro lado, Gougane Barra también se hizo famoso durante la Guerra de la Independencia al convertirse, por su intrincada posición, en el punto idóneo para burlar a las tropas inglesas por parte de los nacionalistas irlandeses.

Cerca del lago, auténtica perla de todo el paraje, se levantan un pequeño hotel y algún restaurante y dotan de infraestructura a todo el que llegue de visita, más aún, ahora que el 'Oratorio de San Finbarr' se ha convertido en predilecto de muchísimas parejas que buscan sellar su unión en este lugar tan especial. Sin embargo, y quizás debido a lo poco accesible y lejano que está Gougane Barra de todos los pueblos importantes, los turistas nunca llegan en hordas y siempre se puede disfrutar de la tranquilidad.



Los días de clima benigno, es ideal para una excursión que combine la naturaleza del parque con la cultura de las ruinas monásticas de la diminuta isla, en realidad una morrena del glaciar a la que se accede por un estrecho pasillo de tierra que la une a la orilla.



Sin embargo, el momento propicio para captar la verdadera identidad de Gougane Barra es visitar el lago cuando el día esté cubierto y el cielo cargado de nubes, una de esas tardes oscuras en las que la niebla se descuelga por los riscos. Ahí es cuando la belleza de las aguas se vuelve mágica, más aún si hay suerte de que no llueva ni sople el viento. Buscar un refugio cercano al borde y dejar pasar el tiempo observando la superficie quieta y que refleja como el mejor de los espejos. Recrearse con un fragmento del paisaje y el ambiente que a lo largo del tiempo han forjado cientos de cuentos y leyendas y, sin que nadie alrededor que pueda incordiar, aparte de algún que otro pescador solitario, disfrutar del placer, por muy raro que parezca, que producen la soledad y el silencio.



"...Hay quien se pasa la vida entera leyendo sin conseguir nunca ir más allá de la lectura, se quedan pegados a la página, no entienden que las palabras son sólo piedras puestas atravesando la corriente de un río, si están allí es para que podamos llegar a la otra margen, la otra margen es lo que importa...".

Fragmento de La Caverna - José Saramago

08 junio 2010

Lost



Un poco de retraso en la primera entrada después de las 'vacaciones' en Gran Canaria y es que, claro, lo típico, llevo un par de días adaptándome otra vez a la vida irlandesa, al solecito con intervalos de lluvias cotidianos, a los 17 grados, a las mangas largas, las cenas tempranas, etc., etc.

La foto de arriba es de la 'cabrona' de la maleta que se resistió a entrar en su país adoptivo y me dio un susto de muerte que ahora detallo brevemente.

Después de un trayecto bastante plácido en un avión de Ryanair, en el que no había más de 40 personas, aterricé en Cork cerca de la media noche, con una hora de retraso acumulada del aeropuerto de Lanzarote y eso, a pesar de que el piloto se esmeró en que no se notara (Arrecife - Cork en 3 horas y 22 minutos; debe ser un nuevo record mundial).
Ya fuera, toda la peña recogió los bultos y desaparecieron y me quedé yo sólo, como un gilipollas, mirando la cinta que daba vueltas y vueltas vacía sin devolverme el equipaje, un minuto, dos minutos, cinco minutos, hasta que se paró.
Aparecieron un par de operarios de los que recogen los carros que me miraron con cara de pena y yo, tragando saliva y con los sudores fríos previos al ataque de pánico (parece mentira, pero con todas las veces que he andado de aquí para allá, haciendo escalas y paradas en aeropuertos mega gigantes, sólo me han extraviado la maleta una vez, en un vuelo Lanzarote - Gran Canaria)....Con este pensamiento siniestro me fui a la ventanilla de equipajes perdidos y me encontré con una chica de mirada robusta pero dulce, casi como una madre. La verdad es que me trató con bastante amabilidad, teniendo en cuenta que la pobre estaría a un punto de terminar el turno y marcharse para casa. Me hizo las típicas preguntas tan necesarias como obvias y estúpidas (¿venías en ese vuelo?¿llegaste con antelación al aeropuerto de Lanzarote?¿Seguro que facturaste una maleta?). Le hice una descripción de la misma (además de que la tengo dibujada en una libretilla por si acaso, con las medidas y todo), aunque creo que a partir de ahora voy a guardar la foto en el móvil y será más fácil para futuros malos tragos.
Casi al final y con la documentación ya preparada, la chica de mirada dulce, va y dice: 'voy a llamar un segundo a los de abajo y que pongan la cinta en marcha. No ocurre con frecuencia pero, a veces, las maletas se quedan atascadas y hay que darles un 'empujoncito', no hay nada que perder, ¿verdad?'.
Al par de minutos, la cinta se empieza a mover de nuevo, el runrún monótono que sonaba a mi espalda mientras mis ojos se posaban en la dulzura de los suyos, en el silencio incómodo cuando no hay nada que decir, hasta que de pronto, se oye un golpe seco, ella me giña un ojo y me comenta:' Huy, eso creo que es una maleta, corre a ver si es la tuya', y me sonríe tiernamente con la expresión de ...'mira debajo de la almohada a ver si el ratoncito Pérez te dejó algo'.
Bueno, final feliz: la cinta escupió la condenada maleta y yo me fui de allí trotando alegremente y con ganas de darle un beso (a la maleta).

Dejo un par de fotos (gentileza de Barney) del prado de 'Cordón de zapato'; de los caballos de los vecinos que fueron padres de un par de potrillos mientras yo estaba fuera.
Todo el campo está super frondoso y mega verde, como se nota que el verano ya está aquí.






"...Y he estado esperando,
esperando por este momento toda mi vida
pero no es el adecuado.
Y esta 'realidad',
es imposible si es posible,
en la palabra del ciego,
tan clara pero ignorada..."

Lazy eye - Silversun Pickups