Sábado en Roskilde

Las bicicletas y los peatones se entrecruzan por igual en la larga calle de adoquines que recorre el centro histórico. Los visitantes se pasean entre los puestos de fruta, metida cuidadosamente en cestas de mimbre, mientras los chiquillos se entretienen en los tradicionales juegos de feria. Por en medio de todo, los olores de abetos, salchichas y almendras garrapiñadas impregnan la atmósfera y crean un ambiente que ayuda a sentirse como en familia.

Roskilde es la antigua capital de Dinamarca y se encuentra a tan sólo media hora en tren desde Copenhague. Con el tiempo, ha adquirido fama internacional por su festival de música que se celebra anualmente a principios de verano.
Esta población tiene grandes atractivos que la hacen merecedora de una visita en cualquier época del año: una cuidada arquitectura que combina edificios antiguos como el Palacio del Obispo o el Claustro, con parques de arboledas interminables y plazas donde la gente se reúne a charlar o a tomar un tentempié.



No obstante, para los que acuden a la localidad por primera vez, hay dos joyas que por ningún motivo se deben pasar por alto. En primer lugar, el Domkirke, catedral de estilo gótico y construida entre el siglo XII y XIII a base de vistosos ladrillos rojos. En la actualidad es el panteón de los reyes daneses y, el interior, que ha sido reconstruido varias veces, congrega numerosas piezas de arte que van desde frescos a esculturas de distintos periodos. En 1995 se le otorgó el título de Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.



El segundo punto de interés ineludible es el puerto de Roskilde, situado a unos quince minutos a pie del centro de la ciudad y que ofrece unas vistas magníficas al fiordo del mismo nombre. Además aquí, podemos encontrar el curioso museo de barcos vikingos, con restos recuperados del fondo del mar, a partir de los cuales se han hecho replicas en las que incluso los grupos de visitantes, previa reserva, pueden navegar si las condiciones meteorológicas son favorables. Un recorrido que ayuda a entender y a desmitificar la fama de salvajes que tenían las tribus escandinavas del pasado.



Roskilde, un lugar fascinante que aún conserva ese toque especial que sólo poseen las ciudades con alma de pueblo.

"Barcas a la mar,
campanas en la gran ciudad,
el viento a favor,
es hora de marchar.

Y los viejos cuentan con tristeza
que en el mar
hubo mil ballenas, -hoy decenas-
y Dios dirá."

Entre salitre y sudor - Duncan Dhu