Carrauntoohil

“¿Vas a subir?
¿Estás preparado para una superficie agreste, viento, lluvia, frío, niebla, accidentes, etc.?
Deberías llevar un mapa, una brújula, un silbato, una linterna, un botiquín de primeros auxilios, botas de montaña, ropa apropiada y de repuesto, comida y bebida.
Hay 10 grados menos de temperatura en la cima que aquí. Una pequeña brisa donde estás ahora, puede ser un fuerte viento allá arriba. No subas sólo, es recomendable un grupo de al menos 4 personas.
Ten cuidado en la bajada, es cuando ocurren la mayoría de los accidentes.”
GRUPO DE RESCATE DE MONTAÑA DEL CONDADO DE KERRY



Este es el cartel que me encontré al comienzo de la ascensión. Un aviso como para bajarle la moral a cualquiera. Además estaba bien a la vista y rodeado de placas conmemorativas dedicadas a personas que han fallecido a lo largo de los años en el camino.
Lo leí una vez más y tragué saliva, miré alrededor; era temprano y en el aparcamiento sólo había otro coche aparte del mío. Hice un inventario mental de lo que tenía dentro de la mochila; en realidad la situación no era tan crítica, llevaba prácticamente todo lo que se recomendaba (sin contar con la brújula, el silbato, la linterna, el botiquín y los otros 3 acompañantes necesarios). Me paré durante un segundo a reflexionar…¿Quién coño lleva un silbato a la montaña? ¿No será que el letrero está un poco anticuado? Deberían de actualizarlo y recomendar un teléfono móvil, o incluso un GPS…¿pero un silbato?
Lo del mapa si estaba resuelto ¿Quién es el chiflado al que se le ocurre adentrarse en una ruta desconocida sin un mapa? Yo, tenía el mío; es más, lo había estudiado la noche anterior al detalle y me lo sabía casi de memoria. En cuanto a lo de caminar sólo, lo he hecho muchísimas veces y aceptaba a lo que me exponía, tomando las precauciones necesarias todo marcharía bien.
Pero, no se por qué, seguía sintiendo cierto desasosiego; quizás dudaba de si había minimizado en exceso los riesgos, sobre todo en cuanto al tiempo; hay algo a lo que siento un profundo respeto en la montaña, aunque no sean de gran altura, y es a los cambios bruscos del clima. Sin embargo, eran principios de septiembre y la jornada lucía realmente espléndida, con muy pocas nubes y una gran visibilidad, además el pronóstico meteorológico no anunciaba lluvias. Oteé con la vista la cima del pico, que con su bien delineada forma piramidal se escondía detrás de otras montañas menores. Deseaba realizar esa ascensión desde hacía meses, desde antes incluso de venirme a vivir a Irlanda. No, no había marcha atrás. Miré las placas por última vez, me encomendé a la providencia, agarré el bastón y dirigí mis pasos hacia la ancha senda que conducía hasta la cumbre.



Carrauntoohil no es una montaña de gran altura, unos modestos 1038 metros que, sin embargo, son suficientes para destacarse de todas las de su alrededor. La escasa altitud es compensada con la dificultad, en ocasiones extrema, de una ascensión que se puede prolongar por unas tres horas y que encierra múltiples peligros.

El recorrido se puede dividir en tres partes claramente diferenciadas:
La primera y, a priori, más sencilla, es un camino holgado, pedregoso y bien marcado que va elevándose en una pendiente moderada a través de un valle bastante abierto donde no hay muchos árboles pero sí, ovejas a destajo. El único inconveniente de esta zona es que muchas veces el agua corre a través del camino con la sensación de que se está andando sobre un arroyo. Hasta en tres ocasiones tuve que vadear un mismo río, de no más de medio metro de altura pero de anchura considerable y con una corriente poderosa. Uno de los cruces es especialmente delicado.
El final de este primera etapa concluye al llegar a los dos lagos glaciares de Nag’s Glen, como no, fuente de leyendas en esta tierra donde tanto se cultiva la mitología. El camino, muy expuesto al viento, atraviesa entre las dos lagunas casi gemelas y se va en busca de la gran pared pétrea que nos proporciona el acceso a la cima.



En este momento del recorrido, superé a dos chicas que iban delante de mí y que se habían parado a comerse un bocadillo. Me quedé sólo sin referencias en una ruta que empezó a volverse difusa, sin mojones ni señales indicadoras visibles y donde las piedras habían dado paso a un lodazal donde era casi imposible caminar sin enterrar las botas por entero. En ese momento me di cuenta que las chicas se habían puesto en camino y me estaban usando de guía. ¡A mí!
Llegué al gran muro de piedra, la segunda parte de la ascensión. El lugar señalado en el mapa con el halagüeño sobrenombre de ‘La escalera del Diablo’.
Al estudiar el plano anteriormente, ya había observado con resquemor como las líneas de relieve se juntaban en este parte para formar casi una sola. Supuse que sería una especie de zigzag con una pendiente criminal, sin embargo, la realidad era bastante peor. El término escalera era un simple eufemismo. No existía sendero y el desnivel se había vuelto totalmente vertical. Interrumpí por un instante el ascenso para guardar el bastón ya que de ahora en adelante tendría que trepar con pies y manos a lo largo de la pared. En ese momento comprobé que las chicas se habían dado la vuelta, pero para mi regocijo un señor mayor y su perro venían subiendo a buen ritmo y estaban a punto de alcanzarme. Al llegar a mi altura tuvimos una breve charla en la que me aseguró que no me había equivocado de itinerario y que toda la ‘escalera’ era igual, salvo la última parte, que era mucho peor.
Y llevaba razón, el tramo final de aquellos doscientos metros casi verticales, donde los ‘zigzag’ había que improvisarlos y donde un mal paso podría hacer que me despeñara sin remedio, era como rizar el rizo, o el circense ‘más difícil todavía’. Las piedras estaban completamente sueltas y empapadas, los resbalones eran frecuentes y a veces los pedruscos donde pisaba terminaban 30 ó 40 metros más abajo en un abrir y cerrar de ojos. No había culminado la ascensión y ya estaba temiendo el descenso.
Después de unos 45 minutos interminables, llegué al final de la Escalera del Diablo, totalmente exhausto, más psicológica que físicamente, debido a la concentración empleada para saber en que sitios pisar y donde colocar las manos.
Me encontré con el señor irlandés que había ido por delante y que ahora estaba almorzando tranquilamente. Tuvimos una agradable conversación sobre montañas, viajes, maldiciones sobre la baja forma, canarios emigrados a Irlanda e irlandeses de turismo en Lanzarote, nos piropeamos mutuamente por nuestra reciente hazaña en ‘alpinismo’, nos deseamos suerte y sin más, me dediqué a ‘atacar’ la cumbre, la tercera etapa del trayecto, en un último esfuerzo de otros 45 minutos de subida, esta vez sí, en zigzag de pendiente terrorífica, pero segura. No quedaba otra que apretar los dientes y poner en práctica la capacidad de sacrificio que otorga el haber hecho mil y una caminatas duras, pero también con el sabor dulce de sentir la cima muy cerca y de saber que cada paso significaba estar un poquito más cerca del objetivo.
Al fin, pasado el mediodía, alcancé la gran Cruz , y tuve la inmensa fortuna de disfrutar una visión nítida y perfecta del panorama desde allí: el anillo completo de Kerry, las penínsulas de Dingle y Beara, los lagos de Killarney, el condado de Tipperary y, por supuesto, el infinito Atlántico.
No hay nada como la paz de espíritu que queda cuando has cumplido con una meta deseada, esta vez, el Carrauntoohil, el techo de Irlanda.



Quiero dar las gracias a alguien que me inyectó el virus del senderismo y la montaña hace ya bastantes años. Aunque más joven que yo, siempre he aprendido bastante de él y le debo muchos pero que muchos buenos ratos…Un amigo, compañero de clases, de trabajo y también la persona que hizo de guía en mi primera ascensión al Teide.

---Feliz Cumpleaños, Roberto---

“…Cuando no necesites una respuesta, habrá días como éste,
cuando no te encuentres un oportunista, habrá días como éste,
cuando todas las piezas del puzzle empiecen a parecer que encajan,
entonces debo recordar que habrá días como éste…”

Days like this – Van Morrison


Bueno…y ya, la repanocha (epílogo) de esta maratoniana entrada (más larga que la propia subida). Ya que hemos ascendido la montaña más alta de Irlanda, ¿qué tal si nos damos una vuelta para ver como se ve el país a vista de pájaro?
El video es corto y merece la pena.