Hoy toca un viaje rápido a la prehistoria irlandesa para hablar de uno de los monumentos más curiosos que los habitantes de la Edad de Bronce dejaron por estas tierras: el fulacht fiadh.
Normalmente al pensar en imágenes típicas de la prehistoria de Irlanda se nos vienen a la cabeza los rasgos visibles más clásicos del estilo de ‘arquitectura’ megalítica: dólmenes, tumbas de corredor con sus cámaras mortuorias, menhires, círculos de piedra, etc. y dejamos inconscientemente fuera otros, tal vez por pasar más desapercibidos en el paisaje, un ejemplo entre ellos sería el mencionado ‘fulacht fiadh’, no muy conocido por los visitantes y, sin embargo, muchísimo más numeroso que cualquiera de los nombrados antes, de hecho, se calcula que hay unas 6000 de estas estructuras en toda la geografía irlandesa, una gran parte (2000) en el condado de Cork.
¿Y en qué consiste exactamente un Fulacht Fiadh?
Para explicarlo, tomo como ejemplo el que me queda más cerca, el asociado al Círculo de Piedras de Drombeg a unos 4 kms de distancia de mi pueblo que, casualmente, se considera el mejor conservado del país (afortunado que es uno).
Se trata de una especie de piletas rectangulares de piedra (a veces, madera) excavadas en el suelo con unas dimensiones parecidas en casi todos los casos: 2 metros de largo, 1 de ancho y 1 de profundidad. Es posible encontrarlos aislados o en grupos y un denominador común en todos ellos es la cercanía de una fuente de agua (pozos, lagos, riachuelos, etc.). Esa era su función principal: calentar agua. Muchos arqueólogos los consideran como ‘cocinas’ prehistóricas, aunque eso no está para nada claro.
La antigüedad de estos elementos puede diferir entre los 2800 años hasta los casi 4000 años con lo que es una suerte que muchos hayan sobrevivido hasta nuestros días. Lo mejor es que gracias a algunos (como el de la foto) que está prácticamente intacto y a innumerables investigaciones hoy se sabe con exactitud la forma de uso aunque no su motivo.
Estas piletas se rellenaban de agua y se les añadía piedras al rojo vivo (procedentes de hogueras cercanas) hasta alcanzar el punto de ebullición. Se calcula que hacían falta poco menos de 20 minutos para lograr este propósito. Una vez el agua hervía solo bastaba con añadir rocas calientes en cortos intervalos (3 minutos) para que el estado de ebullición perdurase durante largos periodos de tiempo, incluso horas. Un rasgo común de los Fulacht Fiadh es encontrarse con estructuras de piedra en forma de herradura a su alrededor: formadas por fragmentos de rocas usadas durante el calentamiento del agua (muchas se resquebrajaban por el choque de temperaturas).
En este panel informativo se comenta sobre su propósito como ‘lugar de cocción’ para hervir carne (hecho que se ha recreado con éxito en la actualidad), aunque cada vez más estudiosos se muestran escépticos sobre esta posibilidad y , aún admitiendo que es imposible conocer con certeza el destino del agua hirviendo, se inclinan por otra serie de motivos: teñido de ropas, saunas, procesado de pieles, fabricación de cerveza (sí, en aquel tiempo también) por nombrar solo algunas. Esta postura está avalada por orificios y restos de postes cercanos a muchas de los fulacht fiadh y que se cree podían servir para soportar, por ejemplo, pieles de animales…
Y no debemos olvidar el sentido común: ¿por qué demonios los habitantes de la Edad de Bronce iban a preferir carne hervida cuando podían disfrutar de un mejor sabor asándola?
Como es natural, y a falta de información sobre estos lugares, durante el pasado crecieron muchas leyendas asociadas a los mismos, la más clásica de todas es la que dice que los guerreros ‘Fianna’ (seguidores del héroe mitológico Finn McCool, el mismo que construyó la Calzada del Gigante) los usaban para cocinar las presas de sus cacerías, o bien, para lavarse después de la batalla. Hoy parece más sensato afirmar, incluso legendariamente hablando, que la segunda opción gana peso sobre la primera…
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