Leprechauns

Según la mitología irlandesa, un leprechaun (pronunciado lepracón) es una especie de duende de pequeño tamaño, normalmente pelirrojo, con aspecto de vejete simpático, casi siempre vestido de verde, o de verde y grana y siempre con su inseparable sombrero de copa alta y su cinturón y zapatos con hebillas doradas.



A pesar de su afable apariencia, es muy conocida su afición por hacer travesuras de todo tipo, no sólo a los humanos sino a otros personajes del folklore popular como a las hadas (a las que tratan con bastante desdén).
En Irlanda, la gente cree a pies juntillas la existencia de este personaje (y de otros muchos) y sueñan con encontrarse algún día con alguno pues, según la leyenda, son inmensamente ricos y esconden grandes fortunas de monedas de oro que suelen guardar en ollas gigantes. Asimismo, en el caso de tropezarse con un leprecheun, hay que mantenerlo bajo una mirada constante hasta convencerlo de que entregue el tesoro, porque si se le pierde de vista por un segundo, se esfuma tal y como apareció.
Como digo, entre los habitantes de esta graciosa república, aunque son muy pocos los que los han visto (y muchos menos los que han conseguido el tesoro), nadie pone en duda su presencia y el que más o el que menos ha tenido alguna vez, a lo largo de su vida, algún tropiezo con este peculiar duende, sobre todo, como víctimas de alguna de sus gamberradas.
Y llegados a este punto, tengo que reflejar un incidente que me ocurrió hace algún tiempo y que me hace dudar de mis propios sentidos y darle algo de valor a la leyenda de los leprechauns.
Al poco de venirme a vivir a ‘la antes conocida como cordón de zapato’, fui avisado, entre comentarios jocosos, incluyendo las palabras risueñas del dueño de la taberna más conocida del pueblo, que en Leap existen algunos rincones donde se cree que viven algunos de estos personajes, uno de ellos no muy lejos de ‘hacer algo con poquísimo dinero’. Como es natural, no le di mucho crédito a estas palabras y más bien pensé que era una forma de ‘tomarle el pelo’ al extranjero ingenuo e inocente, nuevo en la región.
Durante semanas, cada vez que pasaba cerca de una de las posibles ‘moradas’ de un leprechaun, miraba de reojo y sonreía para mis adentros al pensar en la imaginación de los oriundos. Es cierto, que es un recodo del camino muy frondoso, oscuro y silencioso, pero de ahí a pensar que es mágico o que en él viven criaturas mitológicas, me hacía carcajear.
Sin embargo y no mucho tiempo después, en una tarde soleada en la que me encontraba enfrascado en la tarea de cortar el césped del prado mientras Barney retozaba por los alrededores, decidí hacer una pausa para merendar. Apagué el motor del cortacésped y me dirigí a ‘Shoestring’ pensando en el bocadillo, pero al llegar, cual fue mi sorpresa cuando me percaté que las llaves de la casa no estaban en el bolsillo de mi chaleco. Deshice cuidadosamente el camino hasta volver al prado, fijándome bien en el suelo por si se me hubiesen caído en un descuido pero no las encontré. Por fortuna, Keith, ocupado en podar árboles, no se hallaba muy lejos y paró para ayudarme a buscarlas. Todo era de lo más extraño, porque tampoco estamos hablando de algo minúsculo sino de un manojo con las llaves de la casa y del coche y metidas en una argolla grande y pesada, como el llavero.
Al principio pensé que podía ser una broma, pero después de casi dos horas peinando al milímetro la superficie de hierba, y con Keith casi más preocupado que yo mismo, pensé en otras alternativas como que Barney las hubiese encontrado y las escondiese, o algún cuervo me las hubiese chorizado (aunque tendría que ser un cuervo del tamaño de un avestruz, porque, sin bromas, el manojo pesa casi como un candado de los gordos).
Las labores de búsqueda se interrumpieron temporalmente al llegar la oscuridad. Keith me prestó una copia de la llave de mi puerta, y por suerte, yo guardaba otra llave del coche en el interior.
Por lo noche, volvimos a intentarlo con linternas para ver si algún destello de la luz nos ayudaba a dar con ellas, pero nada, el mismo resultado negativo.
Al día siguiente, tanto él como yo, cortamos el césped una vez cada uno, hasta dejarlo del tamaño de un par de centímetros, sólo para cerciorarnos de que las llaves no estaban semienterradas o algo así. Luego, fuimos al pueblo y alquilamos un detector de metales con el que estuvimos entretenidos durante horas: hallamos tornillos, tuercas viejas, pedazos de alambre, piedras con hierro y descubrimos que las ortigas son plantas ricas en metales, pero de las llaves ni rastro.
Al final del segundo día decidí dar por abandonada la búsqueda y aceptar mi cruel destino…Fue a una ferretería de Skibbereen a conseguir un duplicado de la llave de la vivienda y llamé a la casa Ford, para pedir presupuesto por una copia de la del coche (electrónica). En el concesionario y taller principal que está en Bandon (pueblo conocido por sus escalones en la calzada), me dijeron que con mucho gusto (y previo pago de 180 euros) harían mi sueño realidad.
Como era de esperar, con un humor de perros les dije que me acercaría durante la semana y sin más les colgué el teléfono y me fui a la cama donde casi no dormí.
A la mañana siguiente, en medio del prado, en un sitio que habíamos revisado más de 50 veces, apareció el manojo de llaves, depositado sobre un colchón de hierba mojada.

Keith jura y perjura por su mujer muerta que él no las puso allí.
La llave del coche, a pesar de la lluvia intensa, funciona perfectamente.
En el momento en que recogí las llaves del suelo, me pareció ver como unas ramas en la espesura se movían y juraría que escuché una risa burlona entre los arbustos…(esta última parte me la estoy inventando, pero queda cojonuda).

Leprechauns o no, la pérdida y posterior aparición de las llaves es un hecho de lo más insólito…Dejo que juzguen ustedes mismos sobre la existencia de estos duendes.

Añado un enlace corto de una película antigua de Walt Disney en la que se trata el tema ‘leprechaun’ y para más mofa, …el principal protagonista del cuento se apellida…¿adivinan cómo?
Aquí va el video de ‘Darby O’Gill and the Little People’.



“…Y no quiero que el mundo me vea,
porque no creo que pudiesen entenderlo,
cuando todo esta hecho para fracasar,
tan sólo quiero que sepas quien soy…”.

Iris – Goo Goo Dolls