MUSEO DEL LOUVRE
Al día siguiente, nos pegamos seis o siete horas dentro del museo del Louvre. ¿Qué decir de este impresionante edificio con forma de U de casi 1 kilómetro en su parte más larga, junto al Sena? Si no tuviera dentro ninguna pintura, ni escultura, seguiría siendo digno de admirar. Ya la entrada es espectacular, con la gran pirámide acristalada de aspecto muy moderno que destaca sobre el centro del patio.
Reina de Ítaca y yo empezamos por el principio, la antigua fortaleza que dio origen al edificio actual y las salas dedicadas a Egipto y terminamos donde nos dejaron llegar, las salas dedicadas a las culturas mesopotámicas. No vimos el pabellón español, el del arte flamenco, el de la pintura francesa y algunos más pero nos gozamos Egipto, la escultura de Grecia y Roma, el Renacimiento, etc., etc., etc. Es difícil destacar algo entre tanta información, pero yo me quedo, en pintura, con las Bodas de Caná, de Veronés, impresionante cuadro de lo menos diez por ocho metros que queda eclipsado por le diminuta Gioconda, que está justo enfrente.
Detalle de Las Bodas de Caná
En escultura me encantaron la Victoria de Samotracia (preferida, creo, del administrador del blog), La Venus de Milo, de proporciones perfectas en su forma de helicoide (está esculpida de forma que piernas, tronco y cabeza van rotando lentamente sobre su eje respecto de los pies, (hay que verlo), Amor y Psique y una escultura que se llamaba el Hermafrodita, o algo así, cuyo pie de foto explica la razón de que me encantara. (No porque tuviera tetitas y atributos masculinos)
Amor y Psique
Les juro por lo más sagrado que el colchón y el almohadón sobre el que reposa la escultura es de mármol, como el resto.
Del Louvre fuimos a la Plaza de la Concordia, donde ejecutaron a María Antonieta dando lugar al inicio de la revolución francesa, que tiene un obelisco egipcio y es donde tiene su origen la Avenida de los Campos Elíseos.
La Avenida de los Campos Elíseos, con la decoración navideña y la noria de la Plaza de la Concordia al fondo.
MONTMARTRE
Y al día siguiente, nos vamos al barrio parisino más bohemio con diferencia, Montmartre. Cuna o lugar de acogida de infinidad de artistas, sobre todo pintores, sus intrincadas calles y sus pintorescos rincones hacen de este barrio uno de los más emblemáticos de París, si bien hoy en día ha perdido parte del esplendor cultural de antaño. Pero en el siglo XIX y principios del XX no era raro ver pasear por sus calles y frecuentar sus burdeles a gente como Picasso, Modigliani, Vincent van Gogh, Matisse, Renoir, Degas, Toulouse-Lautrec y un largo etcétera, que formaban parte de comunas y diversas asociaciones artísticas. Al barrio se accede por las famosas escaleras de la película Amélie, o por un funicular en uno de los costados, por donde se llega a la Basílica del Sagrado Corazón, controvertido templo de arquitectura romana y bizantina. Junto a ella hay una pequeña plaza donde diversos artistas pintan sus cuadros imitando a los impresionistas, rememorando un poco épocas pasadas. Todo está lleno de cafés y restaurantes al más puro estilo francés (siempre recordaré la crêpe de chocolate que me “jinqué” en uno de ellos). Colina abajo en los alrededores de la plaza del Pigalle se encuentran los cabarets y burdeles más famosos, como el Moulin Rouge, por supuesto.
TORRE EIFFEL
Qué decir del monumento por antonomasia de París y símbolo de Francia. Todo lo domina con sus 325 metros de alto, casi desde cualquier punto de la ciudad aparece como invitada sorpresa, desde cualquier ángulo, por medio de los árboles, por encima de los edificios, al final de una calle… Y eso que tuvo un origen polémico, pues tras su construcción para la Exposición Universal de 1889 diversos artistas de la época y parisinos en general la veían como un mamotreto. Y pensar que en un principio se pensó desmantelarla tras la exposición… Si ya me impresionó la primera tarde que pasamos en la ciudad, ahora sí que lo iba a flipar en colores viéndola de cerca y de noche por añadidura. La iluminación es maravillosa, tanto la de la torre en sí como la de los flashes que se iluminan cada hora como la de los reflectores de la parte superior, que simulan un faro. Ponerse justo debajo, mirar para arriba y ver todo ese entramado de hierro, como se entrecruzan vigas y más vigas desde cada una de las patas hasta la cúspide es una pasada. Subir cuesta doce euros, que pagamos religiosamente para disfrutar de unas vistas nocturnas de la ciudad de escándalo. En su momento lo verían como un adefesio pero realmente tiene unas formas y un diseño tan estético que cuesta creer que haya sido fabricada con algo tan rudo como el hierro. Como curiosidad decir que la estructura está calculada de forma tan precisa que la fuerza que ejerce sobre cada centímetro cuadrado del terreno cada una de las patas no es mayor a la que ejercemos nosotros sentados en una silla.
Y básicamente esto fue todo. Y todavía quedan un montón de cosas, pero bueno… Al día siguiente volvimos al barrio Latino a comernos un crêpe en el mismo sitio que O’Gil en su día y volvimos al Trocadero y los alredeores de la Torre… ¡Y para Gran Canaria de nuevo!
...Ya no reconozco
Ni los muros ni las calles
Que habían visto mi juventud
En lo alto de una escalera
Busco un taller
Del que nada sobrevive
Con su nueva decoración
Montmartre parece triste
Y las lilas están muertas...
Pues eso, ahí está la segunda parte...ay París, que recuerdos, que recuerdos...
ResponderEliminarAlfrodo, gracias otra vez...(rellenando la papeleta mientras yo estoy de vacaciones...y convalesciente...uyuyuy)...Me cagoenlamar, mira que no poder beber alcohol durante una semana...que voy a hacer estos días????
Y mañana, John Mayall, jarl!
Ruymán, pues vamos a tener que retrasar lo de echarnos unas birras para otro momento entonces....Igual a lo largo del verano me doy un salto a Barcelona, quien sabe...De momento, disfruta del Primavera Sound!!