Papeleos (2ª parte)

La pesadilla bancaria se alargó un poco más cuando intenté mi primera transferencia desde España y el dinero se quedó congelado en Dublín durante 24 horas porque no sabían muy bien a quien mandárselo. Otra ronda de llamadas y visitas a la sucursal hasta que todo se aclaró. Ni que decir tiene que, en breve, pienso abrir un depósito y la burocracia pinta más que prometedora.
A favor de los bancos irlandeses, tengo que comentar que no todo es tan malo ya que con la tarjeta se puede retirar dinero de cualquier cajero del país, incluyendo otras entidades y sin comisiones…(“me da igual, porque me voy a gastar más en gasolina cuando conduzca al más cercano”). En realidad, esto no es del todo cierto, porque aquí se da una circunstancia muy curiosa y es que en las gasolineras y en los supermercados te pueden dispensar una cantidad moderada de dinero en metálico sin ningún cargo; por ejemplo, pongamos que llenas el tanque y te sale 40 €, al pagar con la tarjeta le dices al empleado de turno “¿no te importa y me cobras 100 y el resto me lo das en efectivo?”. Que yo sepa, esto no se hace en España, yo, al menos, no lo he visto. A propósito, ahora mismo, el litro de gasolina por estos lares está a 1,15 € ¡qué dolor!
Y todo esto me lleva a contar el calvario que atravesé para comprarme el coche y dejar toda la documentación en regla.
Hago un inciso aquí para agradecer a mi colega Keith (angelito de la guarda) que me ha ayudado con todas las gestiones y que se ha irritado con todos los obstáculos, tanto o más que yo. Además, todo sería más fácil si en el sur de Irlanda hablasen inglés, pero no, el acento de esta gente es tan cerrado que para mí es como si hablasen chino.
El panorama hubiese sido aterrador sin la inestimable ayuda del señor K que hacía las veces de traductor e intérprete y que siempre empezaba las frases así: “…Buenos días, le presento a Miguel Gil, caballero recién llegado de España y que me acaba de alquilar la casa…”. Tampoco es que Keith hable el inglés exquisito de Oxford, pero, al menos, este británico de nacimiento y después de 20 años viviendo en Irlanda, aún no ha perdido el acento de su natal Yorkshire, bastante cerrado también, pero mucho más comprensible que la ‘cosa’ esta que hablan por aquí.
Bueno, vuelvo al tema del automóvil, que me voy por las ramas.
Las primeros trámites ya los había iniciado antes de venir, estaba todo apalabrado, el precio, la forma de pago, etc…así que me dirigí al concesionario (Skibbereen) pero (y siempre hay un pero), el coche estaba casi preparado pero no me lo podían entregar porque faltaba una pieza del salpicadero (la excusa era tan peregrina que debía ser cierta: el recambio venía de Gales y el camión que la transportaba había volcado justo al llegar al puerto). Por tanto, había que esperar unos días, tiempo que aproveché para gestionar el seguro. Para esto, cómo no, tuve que ir a otro pueblo (Bantry), aunque reconozco que en esta ocasión, la eficiencia fue impecable.
Durante varios días seguidos pasé a interesarme por mi nuevo vehículo y el dueño sólo me ofrecía sonrisas, palmaditas en la espalda y me pedía paciencia. Una de las veces, hasta se atrevió a mirar en la bolsa de la compra que cargaba y me dijo:” Ah, hombre… ¡pero si tienes cerveza!...Relájate en casa con un par de pintas y verás que todo se soluciona pronto” (ejemplo típico de filosofía local).
Empecé a impacientarme, porque todo esto es muy bonito, pero muy rural y por estas latitudes, el que no tiene un medio de transporte (coche, moto, bicicleta, tractor, carreta, caballo o burro,…y los he visto todos), o está loco o está muerto.
Al fin, y tras de un par de días más de espera, recogí mi nuevo Ford Fiesta (segunda mano pero en buen estado) y comencé a frotarme las manos al observar el mapa de las carreteras del condado.

Cuando parecía que mi calvario había acabado, recibí una llamada de la Oficina de Impuestos de Vehículos, donde una amable señorita me informó que tenía una multa de 30 euros por entregar la documentación del coche con retraso. Con una indignación que crecía exponencialmente y después de revisar todos los documentos a fondo, me percaté que alguien (el dueño del concesionario) había cometido un error en las fechas (donde figuraba que yo había comprado el coche un mes antes). Después de un cruce de llamadas (incluyendo vehementes protestas por mi parte y miles de disculpas de este elemento) la solución pasaba por que yo firmase una declaración en la que jurase (bajo pena de cárcel) que no había conducido el coche en Irlanda durante el mes de junio. Una simple formalidad, pero tenía que realizarse en una comisaría de policía…. ¿dónde?...Ni en Skibbereen, ni en Bantry…Un nuevo pueblo entra en escena: Ross Carbery ¡Viva la descentralización!

“…Dices que la colina es demasiado inclinada para escalar,
escálala.
Dices que te gustaría verme como lo intento,
tú escoge el lugar y yo elegiré el momento.
Y la escalaré, a mi manera…”

Fearless – Pink Floyd