…te encuentras un rincón espectacularmente idílico que pasa directamente al ‘Top 10’ de tus ‘escondites mágicos recarga-pilas y evasores de la realidad’, no ya de solo de West Cork, sino de toda la isla.
¿Dónde? En Leap, en tu propio pueblo, casi al lado de tu casa. Y, bueno, lógicamente se preguntarán: ¿Llevas más de 3 años viviendo ahí y no lo conocías?
Juro que tiene una explicación, es más o menos rebuscada, pero la tiene…
Al llegar aquí intenté enterarme rápidamente de los lugares más interesantes del pueblo, pero los lugareños son bastante reacios a liberar toda la información de golpe. Si lo hacen es a cuentagotas o directamente se la guardan y no la sueltan. No hay ninguna maldad en ello, es simplemente algo de instinto de protección hacia lo que consideran suyo y que, en cierta forma, lo es. Menos mal que he explorado a ‘patas’ y a ruedas casi todo lo que se puede andar por los alrededores y así he podido descubrir algún sendero oculto, algún bosquecillo o algún lago de los que no salen en el Google Earth y, bueno, también gracias a algún consejo de esos que dejan caer de cuando en cuando.
Hace ya tiempo, a poco de yo llegar a Leap, alguien que sabía que me interesaba el senderismo y en un alarde de generosidad me nombró una finca que no está a más de 15 minutos de caminata desde mi casa. Me comentó que era una propiedad privada, pero que se podía acceder públicamente hasta cierto punto. Lo cierto es que enseguida me enamoré del sitio, …una carretera arbolada al lado del mar, muy tranquila, con poquísimos transeúntes y por la no pasa ni un coche salvo los que entran y salen de la finca.
El único ‘inconveniente’ es que los perros tienen la entrada prohibida. Está claro que cada cual es libre de dictar las normas que considere oportunas dentro de su propiedad, faltaría más, aunque creo que conozco cual puede ser la razón…
Como está muy cerca de mi casa, y sobre todo para esos días en que quieres despejarte un poco pero sin montarte en el coche, este sitio viene de perlas, además, como digo, es muy bonito, por eso lo tengo bastante trillado, pero, PERO… yo desconocía que guardaba una sorpresa.
Resulta que hace unas semanas, el mismo ‘alguien’ que había compartido conmigo la existencia del lugar me preguntó si había recorrido la finca entera. Mi respuesta era obvia: “Sí, claro, hasta donde se puede”. Sonrisa socarrona de mi interlocutora y “ahhh, no, no, …se puede ir más allá, tienes que llegar hasta tal árbol, luego giras a la izquierda, caminas hasta encontrar un banco al final de un jardín, y allí veras que a la derecha surge un senderito que…”.
Ese banco y ese ‘senderito’ conducen a un pequeño paraíso recóndito e imposible de localizar a menos que alguien te de unas instrucciones precisas (consejo por el que estaré eternamente agradecido, aunque haya llegado ‘3 años después’).
Como en las películas… El arroyo que atraviesa el bosque acaba en una playa oculta, con los árboles rozando la misma orilla. Para aderezar la estampa, también hay un pequeño embarcadero y una cabaña de lectura.
Les confieso que, aún considerando Leap un lugar bastante atractivo, jamás imaginé que pudiese esconder una joya de este calibre. Lo mejor de todo es que tengo el presentimiento de que aún me quedan tesoros por descubrir, aunque igual tendré que esperar otros tantos años…
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Me siento obligado a no traicionar a quien esperó 3 años para depositar su confianza en mí, así que no desvelaré el nombre del sitio ni las ‘instrucciones’ para acceder a él, …pero si por casualidad en el futuro alguno de ustedes visita la zona, me comprometo a hacerles de guía con la condición de que ustedes también sepan guardar el secreto.
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