La Isla Sherkin

Para comenzar a hablar de la Isla Sherkin hay que remontarse al final de la entrada anterior, no sólo porque la nombramos brevemente, sino porque para acceder a ella hay que tomar un pequeño barco que zarpa desde el mismo puerto de Baltimore.

La travesía no dura más de diez minutos y el servicio del ‘ferry’, como ellos lo llaman, es bastante frecuente, particularmente en verano que es cuando mejor tiempo hace y también la época en que más turistas abordan la isla sobre todo para realizar excursiones de un día. Sin embargo, en mi opinión, la mejor temporada para visitarla es en primavera (sin masas bulliciosas y con una climatología más que aceptable).

La isla Sherkin también pertenece al grupo de las 100 islas de Carbery, aunque está ínsula con forma de pajarraco a punto de posarse, es de las más importantes del grupo junto a la vecina Clear Island. El número de habitantes apenas supera la centena y se da la circunstancia que junto a las familias irlandesas locales también conviven ciudadanos originarios de los más variados países: estadounidenses, británicos, franceses, canadienses, alemanes, australianos, daneses y hasta rusos. Que yo sepa no hay españoles entre ellos y en lo que a mi respecta, ese hecho no cambiará, pues la isla aunque atractiva y rebosante de tranquilidad, está bastante bien para rápidas escapadas de uno o dos días y con eso me conformo porque no soy lo suficientemente anacoreta como para querer vivir allí.

¿Y a qué se dedican toda esta amalgama de lugareños con distintas patrias en un territorio tan minúsculo? Pues a actividades también de lo más variopintas: podemos encontrar ganaderos, agricultores y pescadores, cómo no, pero también oceanógrafos y biólogos y, quizás uno de los rasgos distintivos de Sherkin y al que debe gran parte de su fama, es la presencia de artistas: desde artesanos a pintores, fotógrafos e incluso escritores.

Ya de por sí, esta sería razón suficiente para querer curiosear un poco y ver lo que se cuece en este ambiente insular, pero desde luego no la única, ya que aparte de todo lo anterior, la isla tiene rincones de lo más interesantes, alguno de los cuáles describiremos a continuación.

Nada más desembarcar en el pequeño muelle nos encontramos con el primero de ellos: la Sherkin Friary, una abadía franciscana del s.XV en estado semirruinoso, pero con algunas alas en proceso de restauración.

         

Entre los antiguos muros se pueden encontrar algunos cabezas esculpidas de lo más tétricas

  

 

…a mí me recuerda a alguien, pero ahora mismo no puedo decir a quien…

 

 

 

Aunque hay algunos senderos, lo lógico es recorrer la isla siguiendo la principal vía, una carretera rural que la atraviesa en sentido NE – SO, desviándonos en algunos puntos estratégicos y regresando de nuevo a ella.

Es bastante común encontrarse con granjas y bastantes escenas pastoriles…

       

…y de vez en cuando algunas casas se juntan para formar diminutos vecindarios como Kneeves o Kilmoon. Resulta fascinante que a pesar de sus pocos habitantes dispongan de oficina postal, médico, colegio, iglesia, salón de vecinos y hasta una biblioteca.

A lo largo del camino también nos vamos dando de bruces con símbolos que delatan el carácter artístico de los pobladores.

 

 

Desde un tronco cubierto con sucedáneo de espejos

 

 

 

 

 

O un árbol que simula estar celebrando el día del ‘Orgullo Clorofílico’

 

 

 

 

Hasta un cartel de tráfico que parece sacado de un museo de Art Deco.

Su función es eminentemente decorativa ya que coches en la isla hay pocos, algunos son viejísimos y no tienen siquiera matrícula y, desde luego, tienen prohibida la circulación en el ‘continente’.

 

 

Si el interior de Sherkin sorprende con estos tesoros, aún está por descubrir la costa, tal vez su punto fuerte y es que la isla posee alguna de las mejores playas que se pueden disfrutar en West Cork. Hay tres, todas en la vertiente oeste, que destacan sobre las demás:

 

 

Cow Strand (al fondo se puede apreciar el perfil de la isla Clear).

 

 

 

 

Silver Strand (entre Cow Strand y la Estación marina)

 

 

Trabawn (para mí la mejor de todas). Solitaria, limpísima y con un torrente de agua dulce que desemboca en la orilla. Es mucho pedir, pero si la temperatura del agua fuese 15 grados más elevada, rozaría la perfección.

 

 

 

Regresando al punto de partida, merece la pena darse una vuelta por el Puerto de La Herradura, una bahía que parece sacada de una peli de piratas.

  

Y hasta aquí la excursión de un día a Sherkin, tal vez en otro momento habrá que hablar de la vecina isla Clear a la que aún no conozco de primera mano, pero que me consta que también esconde sus secretos.

La mejor forma de terminar la jornada (una obligación, diría yo) es dejarse caer por alguno de los 2 pubs (uno de ellos con servicio de Bed & Breakfast), ya no solo por paladear una reconfortante pinta, sino por disfrutar de las vistas de la cercana costa de Baltimore y además comprobar como una fuerza magnética invisible hace que la mirada siempre, siempre se vaya a buscar al omnipresente Beacon.