Cordón de zapato

Después de nombrarla brevemente en una entrada anterior, ahora paso a describir a ‘cordón de zapato’, o lo que es lo mismo, mi provisional morada irlandesa.
Para llegar a ella por coche, hay que desviarse durante unos minutos de Leap hasta Keamore a través de una carretera secundaria y luego otra más y una última de las que tienen hierba en el medio y que cosquillean ‘cariñosamente’ el chasis del pobre Ford.
Es un lugar ‘secreto’, es decir, si no conoces el sitio de antemano, es imposible encontrarlo, ya tengas un mapa detalladísimo, el mejor GPS o la última actualización del Google Earth.

La casa, que se puede considerar un ejemplo clásico de arquitectura local: colores claros y tejado de pizarra a dos aguas, está dividida en 2 viviendas separadas. Hay quien haciendo encaje de bolillos podría reconvertirla en tres, pero esa tarea se la dejamos al dueño de la propiedad. En lo que a mí respecta, la parte que tengo alquilada tiene las dimensiones de un pequeño piso, con un vestíbulo, una cocina, un salón, un baño y un dormitorio. Dispone de luz eléctrica, teléfono, agua, calefacción e Internet..
Sin llegar a ser lujosa, es lo suficientemente confortable para que vivan una persona e incluso dos.
Los habitantes del lugar son: Keith, que goza de la mejor parte del caserón para si mismo y con justicia, que para eso es el propietario; Miguel y, por supuesto, Barney que se pasea a su antojo entre los dos lados. Sin embargo, aparte de éstos, ‘cordón de zapato’ alberga muchos más inquilinos si tenemos en cuenta la fauna de los alrededores, pájaros, insectos y eso sin contar con las tres cabras que ‘responden’ a los nombres de: Un Penique, Dos Peniques y Tres Peniques y que yo, aún, no se diferenciar.
Los aledaños están cubiertos de árboles, desde pinos, robles y abetos hasta manzanos. Tres cuartas partes de la casa están rodeadas de plantas ornamentales y arbustos; muretes y senderos empedrados; algunos bancos, mesas e incluso unos bancales de madera que simulan un jardín japonés; también hay un taller de herramientas y carpintería; un invernadero con tomates y unos pimientos (un poco tímidos); una chimenea portátil; una barbacoa; y un pozo que alimenta las cañerías de agua potable. Todo esto, producto del trabajo de Keith y de su difunta mujer a lo largo de los años.
La casa descansa en una propiedad de unos 10 acres de extensión (4 hectáreas aproximadamente) y que se reparten entre la vivienda propiamente dicha, varias terrazas de césped, un pequeño bosque y un inmenso prado, en parte del cual, descansan los 6 peniques...

La finca está limitada en su parte sur por una laguna (casi inaccesible a pie durante el verano por toda la maleza que la rodea y porque las orillas son pantanosas y aventurarse es algo arriesgado); hacia el oeste, un arroyo hace de linde y le da vida al terreno; y para terminar, el borde norte lo forman unas colinas que aunque no son muy altas, si que son empinadas y subirlas requiere un esfuerzo notable pero con una merecida recompensa, pues durante el ascenso se disfruta una vista privilegiada de las praderas próximas, atestadas de ovejas, vacas y caballos.
Por último, si continuamos el sendero y alcanzamos una altura apropiada, obtenemos el premio final: a menos de un kilómetro de distancia en línea recta, buscándose un hueco entre las pequeñas lomas cargadas de vegetación, aparece el mar.


“…puede que empiece el viaje
para iluminar el día.
Cuando la noche sea vencida,
puedes levantarte para encontrar el sol”

May it be - Enya