Pensando en el verano

Este no es ni el primer post que dedico al clima, ni será el último, eso por descontado, pero es que por mucho que crea más o menos conocer a estas alturas los caprichos del tiempo irlandés, la madre naturaleza siempre me sorprende con alguna vuelta de tuerca inesperada. Este invierno está siendo de locos.

   

En las últimas 3 ó 4 semanas he ocurrido casi de todo: desde días apacibles, a nieve, a tormentas eléctricas, a niebla espesa como mantequilla, marejada, vendavales, más días apacibles, granizo, más nieve, pueblos inundados, ríos desbordados, lagos anegados,…  El Waterboy de la primera foto soy yo, por cierto, sacando a relucir mis bronceadas pantorrilas atravesando la pista que rodea el lago Muckross en Kerry que, cómo se ve en la imagen, presentaba ese aspecto en algunas zonas.  
Off-topic: dentro de poco dedicaré una entrada a los Waterboys (los genuinos, nada de freaky-fakes como el de la foto).



Para que se hagan una idea de cuánto puede afectar este tipo de clima a la vida diaria, les voy a contar una pequeña anécdota: imaginen que están en la cama a las 2 de la mañana en medio del quinto sueño con la mente aislada de la tormenta que sacude fuera y, de repente, suena el timbre de la puerta; lo normal es pensar que estás atravesando una ensoñación y ni le haces caso, pero si a las 4 de la mañana vuelve a sonar repetidas veces hasta despertarte y comprobar que no es producto de tu fantasía, pues te acojonas alarrmas y te levantas de la cama. Bastante acojonado preocupado, porque el timbre no para, enciendes todas las luces, te asomas por el ventanuco y no ves a nadie y, claro, te acojonas inquietas mucho más, porque a todas estas el timbre sigue ahí dale que te pego. Al final abres la puerta de pura desesperación y después de comprobar todo una y otra vez te das cuenta que la cápsula de plástico que envuelve el pulsador tiene el aspecto de una pecera y, lógicamente, toda esa agua ahí dentro está haciendo cortocircuito. ¿Cómo demonios puede pasar algo así? En mi caso, no sólo hace falta que caiga un chaparrón nivel monzónico, sino que el viento empuje la lluvia en cantidades industriales y en dirección horizontal para salvar el metro y medio de longitud del porche, además de todos los árboles que lo cubren por delante. Una auténtica proeza física antigravitatoria rarísima, salvo en Irlanda, donde ya se sabe que los paraguas no se colocan sobre la cabeza, sino que se usan como escudos de defensa para cubrirte en cualquier dirección.

Pues eso, que me estoy empezando a cansar del invierno y que tengo ganas ya de que el clima se apacigüe un poco y disfrutemos de algo de verano (siempre y cuando no sea como éste).

Me quedo con un par de fotos de la Playa de Inchydoney en Clonakilty: las 2 imágenes están tomadas desde el mismo punto y la misma hora: una playa tranquila y una tormenta que se acerca…

 

Siendo optimistas, es de esperar que este rincón recobre en pocos meses su condición de paraíso y, de esta forma, los West Corkonians vuelvan a hacer lo que más les gusta: caminar, pasear a sus mascotas, surfear, correr, jugar al rugby, o incluso dibujar inmensos cuadros abstractos sobre la arena que se convierten en auténticas obras de arte, efímeras, pero espectaculares. Si no se lo creen, aquí les dejo una prueba…